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"La obra sólo es obra cuando se convierte en la intimidad abierta de alguien que la escribe y alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder de decir y el poder de oír". Maurice Blanchot

30.6.15

La impresora

me vino uno de esos golpes de emoción irreprimibles
acá todos hablan de belleza
hombres y mujeres
googlean imágenes y nombran
John Snow
Xipolitakis
Ratajkowski
yo intento escribir este poema
pero la máquina está tildada en la impresora
que no puede imprimir y no deja de decirme
que no puede
si no interrumpiera los documentos de word no me estorbaría
pero lo hace
me interrumpe
se abren ventanas, unas y otras, y termino escribiendo en el aire
encima avisan lo que ya sé
                                                 "error de impresión"
                                                 "no puede seleccionarse la impresora"
como tantas cosas que ya sé
que vamos a morir
que estás distraído mirando otro lado
porque no elegís amar
                                          o no podés
y acá en el medio del tránsito pesado de mi interior
me pisan todos y me empujan
con sus impresiones y sus criterios de belleza
"Celeste Cid es más linda"
los sentimientos se encuentran y se chocan
y me apuro a tipear como si se fuera a acabarse la ola del surfista
como si se me fuera a terminar esta emoción
                                                             que mis sogas mentales no pueden atar
                                                             esta emoción border
                                                             que siempre tengo que agarrar
                                                       acá
                                          matar acá
                                                           contra el teclado
                                     apresar en la pantalla blanca de letras negras
para no desesperar
          no estallar
          no estrellar-me entre los fármacos de colores
          no volverme la que vi una vez
                                                    otra de mí
                                                    cómoda de mí
ida
         entregada de mí.

vuelve la cabeza sola a sus marcas
con el tiempo las tachaduras devienen manchas
le das aire libre a la cabeza pero no
nunca alcanza
vuelve siempre la ansiedad del amor
que se te escurre y *se te muere en el invento el amor*
anotá
salió como fallido
*se te muere en el invento el amor*
se abre la ventana avisando que la impresora no conecta y tipeás en falso
en el aire
*el amor se te muere en el invento*
no lo intentás, porque no es
lo inventás, porque no existe

por eso la verborrea
porque sabés que un día de estos hay que empezar
                                                                  se te acaba el envión
                                                                                         la ola
y todo es otra vez tabula rasa
no querés poner la cabeza al aire
                                                              libre
escuchar los nombres de moda
no querés mirar de lejos los manchones que te llevan al amor
borrar los manchones con liquid paper
dibujar montañas sobre los manchones
pintarlas con fibra finita
nevarlas
sembrarlas
edificarles chalets a las montañas de ex manchones
                                                                  de él
amor
y escribir.







#Žižek y Perón, por Juan Terranova en Paco

Žižek y Perón
30 jun, 2015 Por Juan Terranova @juanterranova // Revista Paco

Leer a Slavoj Žižek desde Michel de Montaigne no implica grandes esfuerzos. Tampoco genera amplias ganancias. La ironía y la digresión como organizadoras invariables, la elección de temas universales, la mezcla de citas eruditas y populares, y hasta el uso de un barroco amable que incluye siempre al lector en su horizonte de sentido, marcan en ambos un recorrido afin. Hay trampa: todos los ensayistas antiguos, modernos y contemporáneos pueden ser leídos desde Montaigne. Sin llegar a modificar esta afirmación, algunos detalles biográficos acercan un poco más al francés y al esloveno. Montaigne fue elegido alcalde de Burdeos y rechazó formar parte de la corte de Enrique IV. Žižek se presentó como candidato a presidente de Slovenia en 1990 y se dice que perdió por muy poco. Así, la política está en ambos. Mejor dicho, lo que está es una práctica lateral y el murmullo de ese intento siempre un poco estrangulado y atractivo de darle al hombre, a su ser político, una respuesta.

La descripción interesada de Žižek debería señalar su vinculación erótico-sentimental con la historia, su histrionismo –relevante porque su escritura deriva de sus intervenciones como profesor o conferencista–, el cine como proveedor de ejemplos pero también Kafka y Shakespeare leídos como arte de masas, y, bien publicitado por él mismo, una relación puntual con una recurrente serie bibliográfica. “El espacio teórico de este libro está moldeado por tres centros de gravedad: la dialéctica hegeliana, la teoría psicoanalítica lacaneana, y la crítica contemporánea de la ideología” señala en la introducción de Por qué no saben lo que hacen. La descripción es certera y Žižek la apuntala cada vez que puede. Forzando apenas las cosas podríamos señalar que “crítica contemporánea de la ideología” es una forma elegante y elíptica de decir “marxismo aplicado.”

De este conjunto de intereses nucleares, su pertenecía al grupo contemporáneo que utiliza a Jaques Lacan como insumo bibliográfico para leer la serie social me parece lo más inusual y magnético, aunque haya dejado hace tiempo de ser novedad. ¿Un Lacan sociólogo? Qué mal suena. Qué poca afinidad. Y sin embargo, tenemos ya dos libros –no uno, dos– que impulsan la idea de una “izquierda lacaneana.” El valor local se titula Para una izquierda lacaneana y lo escribió Jorge Aleman. El europeo es La izquierda lacaneana y lo firmó Yannis Stavrakakis. Ambos se leen como teóricos responsables y sus libros, como honestos intentos de conexión entre el psicoanálisis y el mundo político. (Si hubiera llevado exactamente el mismo nombre el efecto doppelgänger habría sido incómodo. Una preposición y un artículo todavía pueden salvarnos.)

Este grupo de intelectuales, ligados a las universidades del primer mundo, lograron, descentrando la teoría psicoanalítica, revitalizar una izquierda que se había transformado en poco más que una queja histérica. De todo ellos, Žižek fue el que más cerca estuvo de un comunismo cotidiano y es el que más explícita hace su apuesta al regreso de políticas radicales que cambien el régimen del capital. Su flirteo con los totalitarismos no termina nunca de ser irónico y eso lo diferencia de los otros lacaneano sociales, sobre todo de los arrobados franceses.

¿Y si, aprovechando algunas coincidencias, leyéramos a Žižek como un eslabón perdido de nuestra historia? ¿Un peronismo lacaneano? Hay algo argentino en Žižek. Todos lo notamos. Pero ¿qué es? ¿En dónde podría darse ese cruce? El habla obsesiva y su gesticulación, el humor, la ideologización sistemática de los objetos y conceptos que nos rodean como, por ejemplo, la Coca-Cola, la democracia o el inodoro, pero sobre todo el examen minucioso de vida privada, la política y el deseo, acercan a Žižek a nuestro muy tematizado populismo local. Entendemos cuando habla y escribe por eso mismo, porque lo hace de la manera en que lo hacemos nosotros, con nuestro vocabulario conceptual y nuestra sintaxis, pese al inglés recalado de acento eslavo.

¿Žižek y Perón, entonces? No me parecen tan difíciles de enhebrar estos nombres propios, al menos desde Buenos Aires. Voy de nuevo. El culto a la neurosis, los espasmos plebeyos, esa imagen desaliñeada, incluso mugrosa, su gusto por la ópera y por Wagner, sus versiones de Hegel: el semblante de Žižek nos resulta familiar, sí, es ese peronismo instruido que camina, incansable, los pasillos de nuestras universidades nacionales. Sus temas ¿no son los temas de las Revista Envido, de la Revista Víspera, de la renovación cafierista y la Revista Unidos?

Sin embargo, el cruce o la similitud más importante se da, entiendo, en la certeza freudiana de que no hay otro malestar en la cultura más allá del goce. Sin más, lo dice en su libro Por qué no saben lo que hacen cuyo subtítulo es El goce como un factor político.

Nuestro primer peronismo fue un movimiento de masas, que, aunque claramente revolucionario y estatista, resultó mucho menos coercitivo que sus padres europeos. Y si las izquierdas totalitarias se volvieron muy rápido represivas al punto de crueldades absurdas, Žižek, como el peronismo primordial, atiende el deseo de la masa, escucha el goce que azota al trabajador, su individuo privilegiado, y luego intenta interpretarlo y conducirlo. Los dos verbos resultan aquí pertinentes. Cito un párrafo del libro Lacan: Heidegger de Jorge Alemán y Sergio Larriera:

“La soberbia liberal que actualmente proclama que la producción va inexorablemente ligada a la propiedad privada, ¿no se asienta acaso en saber que es ese fantasma el que no puede ser atravesado por los pensadores marxistas? La función del objeto en el fantasma es justamente lo ausente en la formulación marxista de la ideología. Nada puede hacer ningún adoctrinamiento ideológico frente a la inercia del goce inducida por el objeto en el ser que habla. El marxismo ha retrocedido frente a todas las cuestiones donde el goce puede anidar: la cuestión del objeto técnico como plus de goce antes mencionada, y los otros puntos cruciales atinentes al goce, la cuestión de los pueblos, las lenguas y las religiones. En definitiva, aquellas cuestiones que, como Lacan ya formulaba en sus Escritos, no pueden ser reducidas por el sentido.”

En una duplicidad –por lo menos sorprendente– este fragmento parece hablarnos, al mismo tiempo, del tema central de la ensayística de Žižek y del programa inicial del primer peronismo. A saber, transcender las rígidas apelaciones a la conciencia del marxismo incorporando la experiencia cotidiana de una clase trabajadora modernizada que ya no es la del siglo XIX, ni siquiera la de los años 20. Señalo que también tienen los mismos enemigos, empezando por lo que Aleman y Larriera llaman “la soberbia liberal.”

Victor Sklovsky escribió en su libro Viaje sentimental: “Creo que Dostoievski tenía razón cuando decía que cada ruso tiene dos patrias: Rusia y Europa.” Después agregó que eran dos patrias muy exigente y que sus intereses muchas veces no coincidían. La idea del ruso mirando y comprendiendo los demás pueblos del mundo le recordaba a Sklovsky la imagen de Tolstoi viajando por los Alpes mientras hojeaba un libro de Rousseau “para confrontar el paisaje con las descripciones.” Rousseau, o fragmentos de Rousseau, están en nacimiento de la Argentina como proyecto nacional. La contemplación de su paisaje y la constatación del mismo en las páginas de los libros también nos es propia. Sobre las dos patrias se dijo mucho. Así que mientras releo Viaje sentimental, al cual accedo traducido al castellano desde el italiano, me dejo tentar por el vértigo de las analogías y empujo todavía un poco más. ¿Y si en vez de pensar a Žižek como un excéntrico teórico del peronismo, admitiéramos la pertenencia de la Argentina a ese conglomerado de culturas y lenguas que llamamos Europa del Este? Es verdad, la geografía más elemental nos juega en contra. Pero el océano Atlántico no impidió nunca que nuestras raíces europeas florecieran en la pampa, en la cordillera o en nuestros litorales. Por otra parte compartimos con nuestros hermanos eslavos esa mezcla de brutalidad balcánica y fornidas tradiciones, esa segundidad tironeada por el centro y la romántica periferia que nos hace sensibles a la experimentación política, al caudillismo y al ejercicio del carisma en diálogo con la modernización de los regímenes del trabajo. Eslovenia, después de todo, limita con Italia. Y todos sabemos que Italia y Argentina existen pegadas, con especial énfasis en las idiosincracias culturales, el fatalismo, la melancolía mediterránea y la frontera lingüística de los nombres propios.

¿No sería entonces Ernesto Laclau sino Žižek el lacaneano del kirchnerismo? Es probable. Sin embargo, cuando estuvo por acá, Buenos Aires no logró imponerle su lengua, ni seducirlo, ni mucho menos transmitirle las ideas base de nuestro máximo aporte a la praxis política. En vez de eso, el filósofo chocó contra los aguerridos lacaneanos locales, contra su meritocracia y su organicidad que es mucho más exigente que la del PCUS. Público cautivo pero ávido de herramientas conceptuales y poco atento a desafíos abstractos, descubrió rápidamente la heterodoxia del esloveno y lo condenó. No hubo discusión. Era previsible. Los hombres y mujeres de la EOL hablan el lenguaje íntimo y clínico, casi fóbico, del consultorio. Žižek los invitaba al camino de la participación comunitaria y encima les decía que Deleuze era lacaneano. Mucho mejor le fue en el plano menos estratificado de la continuidad editorial y en el más anárquico de la Facultad de Filosofía y Letras donde lo aplaudió una multitud. Y sin embargo, eso no alcanzó y Žižek partió hacia nuevos destinos universitarios. (Su visita tiene otro capítulo, bastante conocido. Sus biógrafos van a tener que contarlo. No me detengo en él porque aparte de goce habría que hablar de sexo y chismes, y eso me estropearía, al menos aquí, el estilo.)

Voy cerrando: la Argentina siempre fue ineficiente exportando teoría política. Más bien resultó una omnívora importadora con muy disímiles resultados. Mientras tanto, hay un documental que puede verse en YouTube donde Žižek monologa debajo de un cuadrito con la imagen de Stalin que tiene en la entrada de su casa en Liubliana. El filósofo explica ese recibimiento con una frase simple y directa. Se trata de una provocación contra el progresismo sí, pero también de una declaración de principios políticos: “El punto es evitar la trampa de la oposición standard del liberalismo: libertad versus totalitarismo o disciplina y entonces rehabilitás las nociones de disciplina, orden colectivo, subordinación, sacrificio y todo eso.” La frase es soviética y leninista, pero ¿no suena también al discurso orgulloso de los lectores institucionales, pero no necesariamente distraídos, de La comunidad organizada?

Cualquier argentino, incluso el más gorila, sabe que Juan Domingo Perón fue un líder mejor, más humano, más genuino y feliz, más decididamente exitoso, que Iósif Stalin. Mientras tanto, hoy, ahora mismo, en algún gabinete filosófico de un campus del norte, quizás sin saberlo, envueltos en lecturas atrasadas del seminario 7, alumnos ocasionales de Slavoj Žižek sueñan con la pinta de Carlos Gardel.///PACO

28.6.15

Marguerite Duras

“Jamás bebía para estar borracha. Jamás bebía deprisa. Bebía todo el tiempo y nunca estaba borracha. Estaba retirada del mundo, inalcanzable, pero no borracha. [...] Un cuerpo alcohólico funciona como una central, como un conjunto de compartimentos diferentes vinculados entre sí por la persona entera. El primer afectado es el cerebro. Es el pensamiento. La felicidad por el pensamiento primero y luego el cuerpo. Es ganado, empapado poco a poco, y transportado, es la palabra: transportado. A partir de cierto tiempo se tiene la elección. Beber hasta la insensibilidad y la pérdida de la identidad, o permanecer en las primicias de la felicidad. Morir de algún modo cada día, o bien seguir huyendo”. 


La vida Material, Marguerite Duras.
¿Te acordás cuando era un caño roto
la poesía el agua que filtraba
la perforación arrastrando
partículas de plomo, cobre, Arsenio?

¿Te acordás cuando a borbotones fluían
los versos se asociaban
siguiendo un hilo absurdo
de imágenes reconocibles?

Cuando insistías con la oración y
su suma en párrafos, capítulos.
Cuando te obligabas a romper el ritmo
de las sílabas encolumnadas.

Entonces creías en el amor
de todos los colores
en la experiencia sensible de la intimidad
y hasta en tu propio deseo.

Ahora los versos se te niegan
y lo que fluye te lastima
no querés borrar y cuenta nueva
porque deseás un imposible.

Entonces es hostil, desangelado
tu escritorio un campo de batalla
las palabras muertos en el frente
la ilusión un manchón en el papel.

A dónde va a parar todo este amor
nombralo como quieras, esta fuerza
a dónde meto estos pensamientos, los sueños
que voy a dedicarte en media hora.




24.6.15

#Borges por cuatro

Taller sobre el Borges periodista, ensayista, peronista y lector.
Los lunes de julio. En el CEC. Más info acá.

23.6.15

#Barriletes cósmicos

Sebastián Pandolfeli y los Barriletes Cósmicos le pusieron música al postfacio de mi primer libro de poemas: Breviario, o el oficio religioso.
"Que no deje de pasar".
http://sebastianpandolfelli.bandcamp.com/track/s-que-ma-ana

17.6.15

#Presentación Pelos, Las Claudias




Jueves 25 de junio
20 horas
Casa Brandon
Drago 236

12.6.15

Pelos, Editorial Outsider

Una antología de muchas cosas.
[Nueva versión e-book]
Las Claudias
Editorial Outsider, 2015.


***Próximamente presentación***
25/6/15 | 9.30 hs
Casa Brandon [Luis María Drago 236]
www.eloutsider.com.ar




Un´ora di nuoto (fragmento*), de Laura Salvai

La casa estaba al lado de la iglesia y daba a la calle principal. La puerta de madera, agujereada por las polillas, se había hinchado, por la lluvia. De la entrada oscura salía una escalera, empinada, con escalones de piedra que llegaban al primer piso. Había olor a musgo del pesebre. En el descanso había dos puertas que se abrían a dos habitaciones: a la izquierda, un dormitorio con dos catres de hierro; a la derecha, una cocina con un sillón en una esquina. Eso era toda la casa.


—También hay un baño —dijo Carmela—. ¿Querés verlo?


Le respondí que no; en la cocina había algo que me interesaba más: sobre una mesita cubierta con un mantel tejido al crochet había un casco de astronauta anaranjado. Parecía un objeto olvidado por el equipaje de una nave espacial que había venido del futuro. ¿Qué hacía ahí?


Cuando vi la pantalla gris entendí que era un mini televisor. Acaricié el plástico brillante que reflejaba los recuadros de la ventana.


—¿Funciona? —pregunté ansiosa.


Carmela se había agachado y hurgaba en las repisas de un mueble. Apenas se volvió.


—Obvio. Es nuevo.


Me moría de ganas de encenderlo.


–¿Lo encendés?


—Después.


Se alzó y me puso un paquete de papas fritas en la mano.


—Ahora comé, Biafra.


No le respondí; no tenía ganas de discutir en su casa. Y además las papas fritas me encantaban. ¡Una vez que podía comerlas en paz! Me metía puñados enteros en la boca.


—Mi mamá no las compra nunca. Dice que están llenas de aceite.


—Pero vos sos flaca. ¿Qué mal te pueden hacer?


—No sé —Era la verdad: no lo sabía. Y fue en ese momento que me di cuenta de que no había nadie que nos dijera qué hacer o qué no hacer.


*


Al día siguiente, mientras hacía los deberes en la mesa de la cocina, mi mamá vino a decirme que iba a ir a la casa de Carmela para convencer a la madre de que la deje venir con nosotras al centro salesiano en auto.


—No me cuesta nada —dijo—.Y además me duele el corazón de pensar en esa criatura sola en la parada del colectivo. “Me duele el corazón”, ¡qué modo tan ridículo de hablar! Era clarísimo que no conocía a Carmela. Hablaba con esa voz llena de consideración.


–No quiero tomar iniciativas sin el permiso de la madre. Nunca se sabe.


—Hacé como quieras —le dije. A mí me daba lo mismo.


Seguí haciendo los deberes. Media hora después volvió a casa con una expresión sombría en la cara. Entró en la cocina sin decir palabra y fue a la pileta como una flecha. Enjuagó un par de vasos como si quisiera romperlos. Yo le fijé los ojos en la espalda, tratando de decir algo para romper el silencio. Cuando se queda callada es peor que cuando me reta.


—¿Le hablaste?


Cerró la canilla con un gesto brusco.


–No. La madre no estaba.


—Te lo había dicho. Trabaja en una fábrica. Yo nunca la vi.


Se volvió de golpe, agitando una cuchara de madera en mi dirección.


–Esa criatura está siempre sola en casa.


Por un instante pensé que la madre de Carmela no existía y que ella vivía sola, sin adultos, como Pippi Medias Largas.


—Y además esa casa es un antro. Hay mufa en las paredes— Lo decía como si fuese culpa mía. Alcé las manos para hacerle entender que yo no tenía nada que ver. Se lo tenía que decir a su bien amado cura. Por lo que yo sabía, él las había llevado ahí cuando habían llegado de Calabria. Se había visto obligado a ayudarlas, porque en la Biblia está escrito que hay que socorrer a los huérfanos y a las viudas. Era lo único que le importaba.


Con la plata de la misa se había comprado dos departamentos nuevos y los alquilaba solamente a los piamonteses. Pero el cura no se ponía en discusión. Había algo que le molestaba más, se veía a la distancia. Al final lo dijo con los dientes apretados.


–Ni siquiera tienen un baño; pero en la cocina hay un televisor último modelo.


Salté de la silla, haciendo caer los cuadernos.


–¿Lo viste? Parece un casco de astronauta. ¡Es hermoso!


Extendió un brazo como si quisiera repeler un ataque de Satanás.


–Es así como los pobres tiran la plata; acordátelo bien.


Me caí otra vez en la silla. Caramba. A mí Carmela no me parecía pobre para nada. En el recreo siempre tenía un paquete de papas fritas comprado, y no un sánguche hecho en casa envuelto en el paquete de los fideos, como los que llevaba yo.

*Traducción: Viviana Lovotrico

8.6.15

Pasar los ojos sobre algunas palabras y recorrerlas como quien pasa un dedo sobre la piel del que espera que lo ame. Los taladros intentan distraer con sus quejidos esa lectura profunda, pero la voz oculta en el orden de las oraciones, la música de esas palabras y el mito que se narra, la referencia obligada de la memoria que establece relaciones, va al pasado, arrastra un momento agradable y lo pone a arder encima del fuego del presente, todo, todo eso eclosiona en la lectura atenta que nadie más debe hacer. 

antes