que se suma a la energía de unos jóvenes que carretean
que se escribe la vida, tiene un río,
en las venas y ni se entera.
lo mínimo que hacés es leerla con lupa
compartirla
pedir que se la lea.
Alicia Digón no es una Promesa
es un Secreto bien guardado.
el secreto de unos pocos.
Promesa Argentina
Alicia Digón
Cada vez que entra a la cancha, sus rivales tiemblan. Pierden por
paliza. Promesa, quince años, su entrenador-sponsor, cuarenta y dos.
Colombiano. Tiene un diente de oro. Siempre le dice que ella no debe hacer el
amor con nadie para no perder energía. “Una tenista no debe” le dice y Promesa
lo mira y desvía la vista por la ventanilla. Ese día venían por Panamericana
luego de un nacional clasificatorio para Roland Garrós. Él la miró, y aunque sabía el resultado preguntó:
-¿Cómo perdiste?-
-Seis cero, seis cero- contestó Promesa, y como siempre miró hacia
afuera. Un movimiento reflejo hizo que apretara la pinza de depilar en su pubis.
En el vestuario esa tarde se la pasaron entre todas. .Sintió el líquido
caliente y viscoso en su mano y miró al hombre con terror. Él se masturbaba
delante de ella y se hacía pasar la lengua mientras la excitaba sólo un poco.
La energía es pegar un drive invertido con fuerza a las líneas. El mejor golpe
de Promesa era ese. A contrapié de la rival. Ese día le fallaron todos los
intentos.
Él dijo:
-¿Qué te paso?-
-No sé- dijo Promesa y hundió la punta de la pinza en su pubis. Él la
miró y en el descuido se fue contra el guard rail de Panamericana. Se abrió la
puerta y Promesa vio al camión venirse de frente. Un cargamento de naranjas amarillas como las pelotitas de tenis.
Las pelotitas y las frutas rodando. El tránsito se detuvo. La mujer del Ford ka
gritaba desde la ventanilla de su auto detenido: ese tipo le pegó a la hija, yo los vi. El agente la detuvo por
gritar como una loca en medio de tanto barullo.