llegué tarde a dar clases por la mañana y no llegué a tomar mi clase por la tarde. pero me obsequiaron el almuerzo en la oficina, y me sacaron una sonrisa. no está mal leer durante el almuerzo. todos se van y el silencio colabora con la lectura. pincho la ensalada de memoria, sin sacar los ojos del monitor. por la tarde escribí un poco, entre guión automático y guión automático le di forma a un cuento autobiográfico. a veces, cuando escribo, me pregunto qué gatilla la fuerza de sobreponerse. al teléfono que suena, a las preguntas laborales, a la distracción de las redes y del pensamiento.
sobreponerse.
ponerse sobre.
encima de.
encima de.
ser más fuerte que.
a la salida del trabajo, como a las siete, tomé Reconquista y observé cómo el alumbrado público entraba en escena. todavía había claridad, pero la célula fotosensible dio la orden y cada poste con su lámpara se iluminó. me detuve un segundo en la peatonal y escribí en twitter: "no está oscuro ni desolado el microcentro, aún, pero es como si lo estuviera". "aún", puse. sí, qué pelotuda.
después del viaje en subte recibí una llamada. "comemos acá", así que entré a la librería El globo rojo y revisé las novedades. Andrea me mostró dos nuevas ediciones artesanales y me contó que está leyendo a Millán.
-es vecino- me dijo, y ordenó algunas ideas argumentando en su favor.
en el estante vi los libros de Gárgola que acababan de dejarle y encontré algunos nombres conocidos: Selva Almada, Juan Terranova, Leonardo Oyola, Alberto Laiseca. le dije que me deje ordenarlos y ella me dejó. volví a Millán.
-es vecino- me dijo, y ordenó algunas ideas argumentando en su favor.
en el estante vi los libros de Gárgola que acababan de dejarle y encontré algunos nombres conocidos: Selva Almada, Juan Terranova, Leonardo Oyola, Alberto Laiseca. le dije que me deje ordenarlos y ella me dejó. volví a Millán.
-¿cómo que es vecino?
-sí, me dijo- vive ahí- y me señaló la esquina de Humahuaca.
entonces recordé a la poeta Silvia Tocco, que venía conmigo del taller
de Mairal a la casa de su psicoanalista-escritor, que vivía en Humahuaca. tal
vez sea Millán, el mismo tipo, pensé, y leí la contratapa de No hables con extraños. las palabras eran
de Luciano Lutereau y la trama valió los 70 pesos que pagué por tenerlo. volví
caminando despacio, leyendo en el trayecto de la librería a mi casa. me tiré en
la cama como venía, vestida, con el morral, y leí el primer capítulo de un
saque. hay un silencio profundo, ancho, hondo, en esta casa mientras escribo.
pienso en el gesto de comprar libros. comenzar a leer algo nuevo. abrazar el
artefacto, arruinarlo, doblar las páginas para apropiárselo. volví pensando en
el límite y en la imposibilidad. ahí meto mi angustia. por eso mi biblioteca
crece así, rápido, desordenada. ahí colecciono mis pasiones. las peino, las
apilo y las ordeno. no se puede todo, Leticia. y como no se puede se escribe.
se lee y se escribe y se amaina el salvaje que se lleva adentro.