la mente es una cuchilla y el filo no falla, está ubicado hacia arriba, siempre listo, mientras escucho mil veces esta canción, leo la letra, pienso en la poesía, qué frases llegan más lejos, qué dicen esas frases, qué verbos, qué adjetivos modifican a cuáles sustantivos, y mis letras, pienso en mis versos inmateriales, una veces, otros tangibles, después, el ritmo agitado de la poesía, que se vuelve oraciones más largas en la prosa, de respiraciones más extensas, duraderas, como el modelo, la política populista, la multitud, ancha y ajena, reunida en la plaza, la historia de imaginar, siempre, el trosko que te agarra de la mano, te dice hagamos la revolución aunque no hay más, nunca hay nada más, debajo de la barba, que deseo sexual enfrascado, vuelto discurso, idealizado, por el cine de sus inicios a esta parte, desde antes de la coca que se tomaron, tus viejos y los míos, antes, de que naciera esta generación, este modelo, el pibe que canta esta canción, las pelotitas cayendo, rebotando por las calles de San Francisco, si al final acá, o allá, en la empresa o el estado, la marca o la propaganda, todo es discurso de los otros y nuestro filo, lo que está en nuestras mentes, la cuchilla, se repite en un loop al infinito, vuelve pese a vos, pensamiento involuntario, es el amor, el deseo contenido, la revolución social de nuestros cuerpos.
.
"La obra sólo es obra cuando se convierte en la intimidad abierta de alguien que la escribe y alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder de decir y el poder de oír". Maurice Blanchot
7.6.13
#por mis signos me reconoceréis
es viernes. comí un sándwich de piedras mientras esperaba que mi hermano saliera del quirófano. pensé en su dedo y me bajó la presión. lo vi sonreír y pude volver a respirar. recordé la noche que Estela puso la comida del día siguiente en el freezer y dejó la nota para los chicos sobre la mesada, la noche que le dio de comer a la perra, ordenó la casa y se fue a dormir para levantarse al día siguiente, la última mañana, el día que entró al quirófano del que nunca salió. vuelvo en subte al trabajo. voy a canjear mi tiempo por dinero, me pregunto si mi piel será más gruesa alguna vez, con el paso de los años y los machucones, si por fin el ser de los otros podrá transcurrir sin marcar mi cuerpo, poner mi garganta en estado de grito permanente, despegarme las uñas, bajar hasta mi estómago, hacerme vomitar. si fumara prendería un pucho, me armaría un cigarrito de vainilla con una seda, en la plaza, me subiría al tren que está acá arriba, sin mirar a donde me dirijo. puedo ponerme en el lugar de los otros con mucha facilidad, me toca las fibras la existencia de los otros, me asumo un ser social, hipersensible, deforme en esencia y victimizado. una emocionalidad a la que se le hace difícil moverse entre los cuerpos. cierro los pensamientos y vuelvo al trabajo. guiono, imprimo, corrijo. también puedo ser una máquina. mando mails, tomo té, desgrabo una entrevista. la tarde cobra sentido cuando encuentro esta frase: "para Levrero las excentricidades no servían, él se autodefinía incéntrico”. hago clic en el botón izquierdo del mouse sobre la última palabra. largo el click en la opción "agregar el diccionario", como hacía él, recuerdo. finalmente ¿por qué estoy tan apegada a la vida? me tranquiliza la idea del traspaso, de estar en este cuerpo, ahora, y de hacer mi propia transposición a un e-book, después. como en Los cuerpos del verano, de Martín Felipe Castagnet, cuando sea una idea, definida y acabada, cuando deje este soporte, pase a otro, me descomponga, voy a mandarles señales claras. muchas serán encuentros casuales en la calle, con los amigos más queridos, contactos intensos e impensados, besos robados en las escaleras del subte.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
antes
-
►
2018
(10)
- ► septiembre (1)
-
►
2015
(105)
- ► septiembre (9)
-
►
2014
(135)
- ► septiembre (11)
-
▼
2013
(276)
- ► septiembre (19)
-
►
2012
(246)
- ► septiembre (21)
-
►
2011
(368)
- ► septiembre (12)