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"La obra sólo es obra cuando se convierte en la intimidad abierta de alguien que la escribe y alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder de decir y el poder de oír". Maurice Blanchot

26.5.13

esto no es un poema, quiero decir, en mi cabeza se escribió un poema que no es este párrafo aprosado, ordenado en oraciones corridas que tratan de contar una anécdota más que una sensación. esta es la forma enroscada del poema, que pudo haber sido y no fue, la forma que quedó después del atormentado paso de un momento por mi cuerpo, por mi psiquis argentina, moderna, modelo siglo XXI, mi psiquis adiestrada por internet, por la cadena de afirmaciones y negaciones estéticas que educaron mi subjetividad desde 1975. este no es el poema. el poema estaba afuera, sucedía sin la intervención del lenguaje, de mi particular apropiación de la lengua castellana. sucedía a pesar de mí. no puede estar ni va a estar, nunca, en este texto, en este blog, registro apenas, información, hojas de té filtradas en el colador redondo de alambre, resto diurno de ese instante, ayer, en las inmediaciones del Parque Centenario.

yo había encastrado el auricular en el orificio de mi teléfono celular. la música pasaba por el cable y se descomponía en mis oídos. cada piano, cada violín, cada instrumento de otra época se comprimía con el correr de la historia, entraba en una pista, luego en una enorme red, viajaba por el aire, vía wi fi, llegaba hasta mí gracias a los ciento diecinueve pesos mensuales que le pago a Claro. pero esa es sólo una parte del momento, lo que terminaba de escribir el poema era la imagen, yo atravezando los puestos de antigüedades, ropa usada, tapados, venta de tortas, papel higiénico, corpiños, guantes, bombachas, zapatos, destornilladores usados. es otoño y no hace tanto frío. las cosas pasan muy rápido de moda. están intactas, casi nuevas, pero deslucidas, colgadas en perchas, despidiendo olor a naftalina. los tacos de alguna señora muerta, los libros de alguna biblioteca desguazada, de pronto el piano, solo, dos dedos ejecutando, los demás instrumentos acallados, quién sabe en qué año, una especie de congoja, palabra triste, no hay otra, y enseguida después, para compensar, un ejército de pensamientos restitutivos. "mirá para allá, nena". enfrente el café, la vidriera, un plasma colgando en la pared, la gente alegre en las bicicletas. más adelante un montón de hojas amarillas, el viento arrastrándolas por las veredas.



  

#cadadíafaltamenos

no es miedo a la muerte
anticipación
contar las horas como en la cárcel.

tampoco es sadomasoquismo.

se trata apenas de actualizar la evidencia
del final
de hacerlo parte constitutiva
del presente.

antes