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"La obra sólo es obra cuando se convierte en la intimidad abierta de alguien que la escribe y alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder de decir y el poder de oír". Maurice Blanchot

18.4.10

Trabados


Entra en el comedor de todos. Mira como escaneando y hace la cola para que le den los numeritos. Rosa la entrada, celeste el primer plato y blanco el postre. Clava los ojos sobre los de el oso y automáticamente liga una Coca extra. Se sube el jean y se pasa las manos por las tetas como si sólo la remera.

La observo sin querer. Porque no es mirar lo que hago cuando llega. Rubia, labios como gajos de mandarina, tetas que amedrentan. Toda yo quepo en el largo de sus piernas. Le llego ahí, pienso. Y trato de convertir esto en reflexión. Imagino los pensamientos que le corren la frente por adentro a cada uno de éstos, acá ¿Serían capaces de preguntarle su?

Tortilla de papa adelante mío. Abajo ensalada de lechuga y tomate, calientes, y una sopa de aceite en el subsuelo del plato. Mastico y mientras el murmullo del gordo me quema la cabeza la miro entre otros hombros que nos separan. No quiero pensar qué es. Pero la nuez. Trago mirándosela. Comparo. Se rie mucho. ¿Le gustarán también las mujeres? Tengo que contestarle al gordo y no sé qué me preguntó. Balbuceo algo sin forma.

El mozo se le para a un centímetro y le habla desde arriba, como si su voz pudiera entrar por el escote de ella y llegarle ahí. El miembro del mozo le roza el brazo y sobresalen varias carcajadas sin filtro. Algunos miran sin discimular. Comentan.

Ahora filet de merluza con puré. Es mucho para mí. Todo no voy a poder. El mozo sale. Ella lo sigue y yo pido permiso a estos tres que ahora discuten si Palermo o si Riquelme. -Agárrense mi plato. Los hombres con el estómago lleno no hacen preguntas.

Ya en el pasillo apresuro el taco. Entra ella, entra él y cuento hasta cinco. Me toca a mí. Total, si cae otra mina yo estoy bien, es nuestro baño.

Me lavo las manos. Por el espejo los cuatro zapatos atrás de la puerta vaivén. El mismo mozo que nos servía. Las mismas manos. Un sonido que parece gemido, pero no, todo sigilosamente. Me imagino el plato, la tortilla aplastada, el mozo sobre ella, ella sobre el mozo. Las manos del mozo sacándose de adentro del culo de ella, o de él. Entonces sacudo esa idea de tener que saber qué. Igual quisiera atravezar la pared con los ojos.

Por fin la ensalada de frutas con crema. El gordo que ya no aguanta más y me pregunta si es un traba. Gesto de no sé con los hombros. Por las dudas digo que ya vengo y le hago que sí con la cabeza al gordo, que sí, que la ensalada de frutas se la coma tranquilo.

antes