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"La obra sólo es obra cuando se convierte en la intimidad abierta de alguien que la escribe y alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo del poder de decir y el poder de oír". Maurice Blanchot

31.1.13

#inadvertidas

no quiero parecer estúpida en lo que sigue. bah, no me importa lo que parezca. sucede que vine a buscar entre mis escritos unas frases que marqué en La novela luminosa hace una semana, y, para bien o para mal, las frases existían, quiero decir, yo había escrito -sin saber- percepciones que son, fueron antes, percepciones de ML. otra cosa que me sucede, cambiando de tema, es que una muela se me desclava. cada vez que almuerzo o ceno, sobre todo carnes, y hace más de un mes -debería aclarar- la corona pegada al perno se sale de mi encía. es bastante sexual la situación. el perno entra y sale de la cavidad generada en el hueso maxilar por mi dentista, sobre todo cuando masco chicle, y esto genera que un cierto "gusto", un vaho algo podrido debajo del clavo, se disperse por toda la cavidad bucal cada vez que la corona baila. hará dos años me pasó lo mismo, y terminé tragándome la falsa muela. luego de eso soñaba a diario que el perno se me clavaba en los intestinos y, durante esa misma noche, moría desangrada sin enterarme. claro que no pasó nada, jamás, y que tampoco volví a ver aquella muela de porcelana fría, ni intenté hacerlo, como se estarán imaginando. espero no vuelva a pasarme lo mismo esta vez, digo, sobre todo, porque ya no tengo la prepaga que tenía y hacerme esa corona debe salir más de cinco mil pesos. algo más. hoy que es feriado -todavía- pinté con acrílicos la máquina de escribir Olimpia que me regaló mi madre hace unos años. ella aprendió dactilografía en las Academias Pitman con esa "maquinita". así le dice mi padre a cualquier aparato mecánico o digital con el que ha entablado alguna relación afectiva: "maquinita". ahora la Olimpia es de todos colores y está en el estante de abajo de mi biblioteca. de paso, cuando la ubiqué en ese lugar central de mi casa, reacomodé libros y pasé un trapo a los estantes. volvió a sorprenderme un hecho nimio. en el primer tomo de la Antología del cuento extraño, seleccionada y traducida por Rodolfo Walsh, en 1976, hay un cuento de Rosa Chacel; la escritora tantas veces referenciada en La novela luminosa de ML. nunca había leído su cuento En la ciudad de las grandes pruebas, es más, creo haberlo salteado deliberadamente. compré esos cuatro tomos, de colores distintos, hará unos diez años, en el Parque Rivadavia. es esa época era alumna de Castillo, y creía que la posta era escribir un cuento genial. la trama de Chacel no es del todo atractiva, pero su prosa es muy buena, y su biografía merece que la quiera. me resultó increíble pensar cómo una escritora que hace unos años desconocí hoy se vuelve centro de atracción de un libro donde están Lugones, Tolstoi, Borges, y Guy de Maupassant, por nombrar algunos. Rosa Chacel. ¿qué me hace leerte ahora? ¿te vuelven cercana esas menciones en La novela luminosa? ¿te leo por aquella devoción que supiste generar en Mario Levrero? ¿o es sencillamente que me resulta rescatable este texto que acabo de encontrar lleno de ribetes y ornamentos? me odio por las preguntas que surgen al toparme con este cuento. pienso en cuántas minas como Rosa Chacel habrán pasado inadvertidas por la historia de la literatura. pienso en mí, inevitablemente, y aunque me mienta. 

30.1.13

#escasea el tiempo, abunda el poema

el sí tiene
un poco de no
y al revés
lo único que me está quedando de la Patagonia es una cajita de tés.


#deseos desbordados

la brisa suave de esta mañana de verano, pedaleando de camino al trabajo, armó una melodía interesante al pegarle a uno de mis aros. andaba atenta a esas horas, yo. la pude oír. ahora que reparo en el día de hoy esa observación fue la más aguda que pude generar. tengo mucho trabajo. de a poco voy perdiendo ese estado de poesía que me impregnó ML en las vacaciones. vuelve una especie de "apuro" por llegar a todo, armar esquemas de trabajo, y cumplir con la agenda que en sólo dos días ya se fue llenando de reuniones. hago fuerza en un intento de no dejarme llevar por la corriente como una trucha que acaba de desovar. la nota que escribió @angulita sobre Maru Botana en Revista Paco me dejó pensando. descarto algunos de los talleres que planeaba hacer este año.
tengo que escribir.
tengo que escribir.
tengo que escribir.
esto que estoy haciendo es apenas un ejercicio, un ensayo para no caer de sueño, abatida, no rendirme ante la cama y terminar sintiéndome peor mañana. miro las fotos que una amiga se sacó con su novio en Brasil. son miles. todas cachondas. me acuerdo que en mis trabajos anteriores las minitas de "cuentas" hacían eso todo el tiempo; exponían a sus chongos en portarretratos, wallpapers, fondos de pantalla. odio a Facebook, a Twitter, a Máxima Zorreguieta. sobre todo a Máxima Zorreguieta. por suerte hace un rato vino Julia a casa con su nueva socia. contó unas ideas, miramos libros de arte y hablamos de diseños, de tapas, de estilos; googleamos pintores y buscamos dibujantes en la web. en silencio pensé "qué pena que su proyecto no sea el mío". soy la típica pelotuda que quiere estar en misa y tocar la campana. estoy aprendiendo a reprimir esos deseos desbordados, a hacer foco.
tengo que escribir.
tengo que escribir.
tengo que escribir.
¿no era que reprimir estaba mal? dudo, a veces está bien, obvio, me corrijo. después de todo lo relatado  hice la cena, pasé el peine fino en las dos cabezas de mis crianzas, lavé los platos, llamé a una persona por teléfono, coordiné las actividades de mañana y vine a la cama a chequear los mails. un comentario en el blog me sacó una sonrisa.

28.1.13

#falso contacto

volver al trabajo después de 15 días libres, vacacionales, hermosos. armar el tupper a la mañana, poner tomate cortadito, queso, unos daditos de pollo, aceite de oliva y sal. rociar la ensalada con aceto y rosa mosqueta que vino en la valija. enfriarla un ratito en el freezer, con amor. después de escribir ducharse, estitrar la cama y llevar a Malena a la casa de una amiga. justo antes de salir poner el tupper en el morral.  viajar en subte al trabajo, llegar sonriente, guionar hasta las dos. salir a almorzar sola, parar en la Plaza de Mayo, buscarle el lado bueno a la cosa, un lugarcito en el césped. disfrutar el sol, los bancos, los árboles, las fuentes y los vendedores de jugos naturales. buscar una sombra. sacar Falso contacto de Ana Ojeda. leer la contratapa y esperar un rato a que venga el hambre. después sacar el tenedor, quitarle la servilleta y estirarla sobre las rodillas. destapar el tupper, mirar el contenido, quedarse mirando. cuando las glándulas salivales segregan deseo y la lengua se relame en la previa, encontrar medio dulce de membrillo + medio dulce de lima, en lugar de la ensalada. volver a Buenos Aires, volver a pensar en veinte cosas, volver al fallido, al error, al comedor oscuro del trabajo. que atinado título eligió Ana Ojeda para su libro. 


#Elenas

me despierto a las cinco cincuenta. el ventilador tira un ruido denso y reiterado. le saco el cargador a la Netbook y vengo al baño. seguramente será más tarde cuando publique esta entrada, habrá más claridad, habré desayunado y corregido el texto. siento la necesidad imperiosa de anotar mi sueño. es bastante extraño y nuevamente lo estaba escribiendo dormida, o, mejor dicho, lo escribía en la duermevela del momento en que uno se da cuenta que está soñando. había anotado la cita de un libro que me descargué y leí en las vacaciones, El inconsciente y su escriba, de Moustafa Safouan, discípulo de Lacan, y había asociado el final del sueño con el final de mis días de descanso. todo eso ya era parte de este relato que aún no me había sentado a escribir. recostada en la cama, apenas despierta, registraba el final del sueño, un poco perturbada por no poder seguir soñando libremente. mi inconsciente me dictaba una posible forma de narrar. me sentaba en la cama, anotaba esta cita en la compu, y, al hacerlo, al tomar forma este relato, iba dejando de ser sueño y trayéndose a la conciencia. cuando estuve un poco más despierta me levanté de un salto y vine al baño, encendí la Netbook, la apoyé en mis rodillas y escribí la hora. es el momento de agregar que muchas veces —que fea es la imagen— escribo sentada en el bidet. recién entonces registré mi dolor de pansa y la regla. voy a elegir provisoriamente la palabra "regla" —por falta de una palabra mejor— para nombrar el suceso mensual que experimenta el cuerpo que llamamos femenino. a decir verdad voy a buscar en breve una palabra más personal y atenta al fenómeno. pero eso será luego, ya veremos cuándo. 

decía, entonces, que debería analizar la conclusión del sueño, por qué habrá sido esa, y si será posible que el inconsciente femenino tenga la capacidad de percibir los cambios corporales mientras duerme. yo entiendo que sí. no es la primera vez que abro los ojos en la cama, abruptamente, unos minutos antes de la explosión nocturna de la regla. —qué palabra más infeliz terminé eligiendo— "regla". me recuerda a la serie española Verano Azul*. anoto la referencia para luego pensar por qué habré asociado estos relatos de manera tan caprichosa.

cuando las piernas comienzan a dolerme salgo del baño y vengo a la cocina. un hormigueo recorre mi circulación sanguínea. sacudo los pies, preparo mate, le doy de comer a mi gato y me siento a la mesa temiendo que, en todo el traqueteo, se haya perdido algún dato importante. ¿Qué habrá querido realizar mi inconsciente en este sueño de hoy? sé que ya me estoy adelantando al interpretar de forma bruta y sin herramientas el relato de mi deseo. sin embargo no puedo dejar de decir que anoche terminé un extenso libro significativo, que pensé en el final definitivo de mis vacaciones, y que acaba de concluir mi ciclo fértil en la ya nombrada "regla". definitivamente soy una mujer ansiosa. tengo que retroceder y contar el sueño, me digo, no sirve que sobreinterprete y me adelante a los hechos. sobre todo en el relato escrito. tengo que  reconstruir primero, con la menor edición posible, los sucesos del sueño tal cual los registro, si es que todavía puedo hacerlo.

me da pudor recordar las circunstancias, el escenario, los personajes y los hechos del sueño que acabo de tener. igual, se sabe, los escenarios seguramente son desplazamientos, y los personajes no son ellos, sino alguna de sus características o señas personales. se trataba entonces, comienzo de una vez, de un programa de televisión que estaba siendo grabado al aire libre. su conductora, en minishort de lentejuelas, entrevistaba a dos escritores y a mí. ella era bastante tonta, rubia, flaca y hacía preguntas estúpidas. primero a los chicos, por suerte. pero el rollo era más adelante y no tenía que ver con ella. durante el programa los dos escritores estaban de buen humor, pese a que el más morrudo de los dos suele ser bastante parco. ahora recuerdo que el año pasado compartí lectura con él, en el Centro Cultural Matienzo, y que sentí vergüenza cuando tuve que leer, después de que él desplegara una cantidad de frases brillantes que trajo escritas y exhaló de un respiro. lo voy a llamar B para identificarlo en el relato. B no gesticulaba. tampoco respondía las preguntas de la entrevistadora. con mucha astucia sabía esquivar la estupidez reinante, sin ofuscarse ni decir que lo hacía. en la primera pregunta sonreía como negando, en la segunda contestaba algo absurdo, y en la tercera sacaba un papel del bolsillo y comenzaba a leer sin pedir permiso. la rubia quería encausar el programa y giraba hacia mi lado, como pidiendo auxilio. "qué bien, qué lindo", decía, "¿vos también trajiste alguna cosita para leer?". yo sonreía, como sonrío siempre, y buscaba un libro rojo en mi cartera. mientras lo hacía pensaba: "lo tengo que tener". el programa, como creo haber comentado, era al aire libre, entre los árboles y cada vez se hacía más de noche. yo no sabía qué poema era pertinente leer, y tampoco podía ver las letras. todo el texto parecía un extenso pie de página, impreso en un cuerpo textual minúsculo. el otro escritor, a quien voy a llamar J, llenaba el bache con preguntas y comentarios. "¿trajiste el texto tal?", me preguntaba, y hacía alguna referencia a ese relato. mientras tanto yo, con la cabeza metida en mi libro rojo, buceaba desesperada y seguía perdida sin poder leer. sus comentarios llenaban mi vacío en el programa, y ocupaban el espacio que yo estaba desperdiciando. J volvía a intervenir para ayudarme, sacaba temas y hablaba con la rubia. el guiño era, claramente, un ayuda afectuosa, una muestra de cariño. "tengo que encontrar algo" —pensaba yo— "tengo que encontrar algo que zafe". pero nada de lo escrito era pertinente; y a la vez nada podía ser leído. en eso J se dirigía a mí, las luces y las cámaras lo seguían. "¿no trajiste el texto ese de las Elenas?", me decía. la conductora y B dirigían sus miradas hacia mi cuerpo femenino. "ese texto está buenísimo", decía J. yo me ruborizaba. ¿cuál será ese texto?, me pregunto ahora. los nombres y los números son buenas puntas para analizar los sueños. ¿quién es Elena?, pienso. ahora que lo escribo, creo recordar, que el nombre Elena me molestaba en el sueño. ¿será porque no existe un texto mío que se titule de ese modo? ¿de qué Elena me está hablando J?, pensaba yo en el sueño, ¿de quién mierda es ese texto? finalmente la conductora pedía un corte y se acercaba a mí para tranquilizarme. yo me recluía en el baño y seguía buscando en el libro. entonces encontraba el fragmento que iba a dejarme bien parada y volvía al rodaje a salvar las papas. cuando llegaba al set, con el libro en la mano, todos estaban sentados a la mesa, comiendo empanadas con descuido. "listo" —decía yo— "acá tengo el relato"; pero el bullicio no se detenía y un técnico me contestaba con media empanada en la mano y la boca llena: "ahora estamos comiendo".

son las ocho y veinte de la mañana. tomo un mate amargo y escribo un sueño que no comprendo. debería estar durmiendo, tomar un Evanol, un té, recostarme. pero estoy viendo como entra la claridad por la ventana, se despliega la luz en mi cocina, en esta mañana de enero. estoy tratando de hacer las cosas bien.











*Verano Azul fue una serie de Televisión Española producida en 1981 y dirigida por Antonio Mercero que tardó sólo 16 meses en ser rodada, en la localidad malagueña de Nerja y que se transmitió en la Argentina a partir de 1983.

27.1.13

#daimon


termino de entender el centro de gravedad de La novela luminosa de Levrero. ese hilo que la recorre, le permite un diario de experiencias cotidianas, un orden de dos cosas, dos momentos, y un cargar las tintas sobre el presente rasposo, en el que a la vez sucede un hecho "de luz" que, sin embargo, queda afuera de la novela siendo parte del extenso Diario de la Beca. ¿qué hace Levrero al plantear esa estructura sofisticada y simple; ese paralelismo arbitrario entre su presente y la paloma muerta, y a la vez, ese presente y su núcleo "luminoso" del pasado? ¿se puede contar un hecho así? la narración demuestra que se puede al menos intentarlo, sí, pero a la vez no se puede, no sin transformarlo en otra cosa, sin antecederlo de los sucesos posteriores, sin desnudar el alma y decirlo todo, absolutamente todo, antes. la llegada a la página 479 [esa narración infernal de un orgasmo, su verdadero daimon, y, la mirada de aquella chica de ojos verdes] perdería todo el maremoto de fuerzas que la secunda sin la cantidad de relatos anteriores, las advertencias y el gran despliegue que hace el autor, para llegar a ese momento. leo a Levrero, sigo leyéndolo, voy a volver a leerlo tantas veces como sea necesario. marco sus páginas, las twitteo, puse fotos y muchas citas en Facebook. subrayé íntegros los tres capítulos de la novela propiamente dicha. siento esa misma "necesidad intensa de comunicación con alguien", la comunión de nuestras psiquis, por afuera del tiempo y del espacio, la necesidad de avanzar sobre esas sensaciones sin poder explicarlas en su totalidad. después me clavo un cuarto de helado y trato de hacer memoria. ¿qué fue lo que había pensado hoy que iba a escribir acá? en pocos minutos lo recuerdo claramente. luego de un rato largo caminando entre los mesones de Yenny, la cadena de librerías, no vi expuesto ni un solo libro que hubiera querido comprar, aún sobrándome la plata. eso pensé hoy, "qué librería de mierda Yenny".

25.1.13

#todo muy lindo

"tengo ganas de volar", me dice Malena, bajando de la tirolesa. tiene once, el pelo encima de las orejas, las piernas largas y puntiagudas. la miro y no creo que haya salido de mí. no puede ser hija mía, pienso. después caminamos hacia la cumbre del Cerro Bayo. unas cuantas curvas al rayo del sol. cuatro de la tarde en la Patagonia Argentina. el calor raja la tierra. nuestros pies levantan las cenizas que el volcán Puyehue desperdigó por todas partes. ahora está sedimentada en las zonas a las que no llegó la limpieza estatal. ayer se produjo el desprendimiento de una porción del Glaciar Perito Moreno. se adelantó siete años, le comento a E. ella no dice nada. caminamos un rato en silencio. me imagino un fin del mundo cercano. sed, calor, muerte de los árboles y los animales primero, de los hombres después. no cuento mi Apocalipsis para no parecer tremendista. al rato estamos transpirando. me saco el pañuelo gris del cuello —todavía no lo perdí, como lo voy a perder— y me lo ato en la cabeza a modo de turbante. después hacemos dedo. nos dividimos para que nos lleven los automovilistas más amables. llegamos a la base del Bayo y entro al baño. la aerosilla no está funcionando, ya cerró. en el espejo mi imagen vacacional se expande sin temores. me río mucho al verme. tengo unos aros enormes de color violeta, dos rodetes atados con una colitas rojas, a lunares, el pañuelo gris con borlas en la cabeza y unos anteojos de sol enormes. salgo y le digo al resto: "no me avisen que soy un cocoliche, ¿eh?". todos me miran y se ríen. nos reímos hasta no poder seguir hablando. me duele la panza de reírme. igual me dejo disfrazada lo que queda del viaje. vamos a la cascada del Río Bonito. el lugar es enorme pero los tábanos lo arruinan todo. son comparables a algunos pensamientos neuróticos. no me dejan sacar fotos, ni contemplar el paisaje. por alguna razón todos vienen a mí, como hace unos días, giran al rededor de mi cabeza en círculos concéntricos, me aturden. soy la carnada de los tábanos, pienso, pero no hay nadie que vaya a cazarlos. ellos aumentan el zumbido al rodearme. entonces me saco el trapo, desarmo el turbante, y comienzo a espantarlos con desesperación. más insisto, más insisten. vuelvo a la ruta, sola, esperando librarme de mis atacantes. los demás disfrutan de la vista infernal de esa cascada escondida, kilómetros abajo. una vez en el ripio no consigo sacarme a los tábanos de encima. desde la ventanilla baja de su camioneta, un chofer me dice: "no hacen nada, deje de espantarlos que es peor". intento hacerle caso al lugareño —seguro sabe más— pero yo leí que los tábanos pican, que hay 4500 especies distintas. me quedo quieta viéndolos pasar delante de mis ojos, posarse en mi pollera, en mi brazo sin mangas. espero que estos sean de una especie sin aguijón, pienso, y en ese mismo instante siento el pinchazo en la cabeza. pego un grito y me muevo como un látigo. sin dar aviso comienzo a descender. todo muy lindo.

23.1.13

#volver

soñé que me enojaba con mi mamá, me ponía el abrigo y salía expulsada de su casa en Lomas del Mirador, agarraba a la izquierda, como quien va hacia Las Antenas, y le metía un tranco ágil a mis pasos. la altura iba quedando atrás. tres mil ochocientos, tres mil novecientos, cuatro mil. después de una cantidad de cuadras, cuando la casa ya no se veía al girar la cabeza, ni el Hogar Betania, ni el asentamiento vecino, ya casi a la altura de Crovara, volvía a aparecer la casa de mis padres; de cerámicas amarillas, con su canasta de flores pintada encima, a mano, el pasto recién cortado, las rejas verdes y los canteros en degradé. era como irse a ninguna parte, pensaba yo, huir volviendo, no poder escapar. sentía una angustia difusa, levreriana, y además me decía: "es un sueño", como si soñara que estaba soñando.
después de recordar desayuné, fui hasta el Cerro Bayo, y devolví el auto que habíamos alquilado ayer. conducir achicó las distancias de golpe y me hizo sentir muy bien por varias horas. no estoy segura qué me gusta más; si la sensación de llevar a los otros a donde quieran, o la sensación del mundo al alcance de la mano, la posibilidad de avanzar muchos kilómetros rápidamente, en la dirección que sea, o incluso decidir detenerme a descansar, o bañarme en el lago. 
por la tarde, después de una siesta, bajé al Nahuel Huapi con La novela Luminosa de Mario Levrero. de nuevo miré a un chico del campamento que se estaba sentando en el muelle con una guitarra. tenía unos shorts azules, a rayas, y el torso desnudo, bastante trabajado. me recordó a G, supongo, o a una imagen de G que rearmó mi recuerdo atolondrado de una vez y para siempre. luego de casi quince días de mirar el agua y leer, entré al lago de cuerpo entero. puse los pies, caminé hacia Chile —mirando el Paso Samoré— y enseguida el agua me llegó hasta las rodillas. me apoyé en un tronco que flotaba y quise sentarme. el tronco se hundió enseguida, como era de imaginarse, y mi cuerpo —íntegro— lo siguió sin perder tiempo. quedé sumergida, de pies a cabeza, en las aguas que, extrañamente, esa tarde tenían olas. es increíble cómo después del primer choque con el agua el cuerpo ya no siente frío. mis hijos hicieron una fiesta. les gusta ver mi cara de gila cuando entro al agua, salpicarme, saltar conmigo, reírse de mí. al rato un perro se había sumado al juego con nosotros. me hizo acordar al de la foto que pusieron en la tapa de El discurso vacío. le tirábamos un palito y él lo traía de regreso, le tirábamos una piedra y lo mismo. era negro azabache, de pelo cuidado y lustroso. dejé a los chicos entretenidos en ese juego de reiteraciones. salí del agua y me dispuse a leer. antes tiré un toallón sobre la piedra y busqué en la mochila los lentes de sol. cuando estaba en la mejor parte del diario de Levrero, diciembre, el autor insistiendo en hacer funcionar un aire acondicionado que compró, el perro ya se había acomodado a mi lado, sin que lo viera, y sacudía su cuerpo empapado sobre mí. recordé a P, a quien dediqué mi Breviario, su forma temeraria de echar por tierra a otros autores, de desautorizarlos, de desestimarlos para hacerme creer, escribir, confiar en mi prosa frágil y temblorosa.  


22.1.13

#anuncios

podría escribir que estoy ebria, o casi ebria, o que soñé que estaba ebria. pero simplemente despido a unos amigos, sí, nada más, esas personas que apenas conocés, que no son amigos desde antes, salvo las dos o tres veces que los viste. hago las compras y preparo con esmero vino tinto, vasos, quesos pan y  fiambre. el día de sol deslumbra, como ayer, el Lago Traful queriendo que lo vea, mis ojos pequeños, tan humanos e incapaces. eso definirá para siempre al lago aquel. Traful. la inmensidad turquesa que no cabe en la mirada. el paneo de izquierda a derecha donde tampoco entrás. seguís allá, Traful, bordes atrás de la amplitud incomprensible. debería verte en un paneo desde el cielo, en un avión, imagino, algo así. sos la naturaleza gritando su condición inabarcable y eterna, reorganizándose y volviendo a reencarnar, la inmensidad, la cueva inaccesible por tierra, en la roca, debajo del mirador, el bosque submarino, Traful, la poesía no fue inventada para contenerte. fuera de la vista, de la métrica de las palabras "belleza", "inmensidad", "hermosura". no entrá, Traful, aldea de montaña, no entrás en la lengua ni en el idioma, como no entra a veces, cuando tomo, cuando amo, mi existencia en este cuerpo ques conmigo, fallido, de la mañana a la noche y en los viajes, cuerpo breve, ágil también, y escurridizo. cuerpo de mente desconocida, sutil, frágil, de apasionamientos que no le caben, que exceden el trato social, que sobre-estiman, sobre-valoran, sobre-viven.
decía.
vuelvo al comienzo.
despedí a mis amigos, que no eran, hace un mes. estaba ebria o soñaba que tomaba. despedimos todos la inesperada coincidencia. el encuentro feliz y el tiempo bueno. recordamos. el pasado reciente y el presente vivido en toda su extensión. levantaron sus cosas, mis amigos, y se fueron. no me dejé ganar por la emoción violenta de los desarraigos. les dije: chau, con el vaso en la mano, como si nada me importara. les dije nos vemos a la vuelta, en casa, no hagamos una despedida de este chau. los vi alejarse y reparé en el taxi cuando partió. los demás hablaban, disimulé, se evanesció el taxi por la pendiente de la montaña y la conversación, alguna que no escuché, seguía como siempre sigue todo, como si nada.

#encuentros

ya llega la tarde
sopla el viento en la pampita
espacio verde entre las montañas
alfombrado de pasto y frutillas silvestres
caen las piñas
las hojas se dejan
arremete el viento y las arrastra
se arremolinan
se encuentran
sin esquinas
especies que no se parecen en nada
eso hace el viento en La Angostura.


20.1.13

#lo supe hoy

cené al lado de un geólogo. recién. sobre el postre comencé a preguntarle por los pliegues de la tierra y las formaciones volcánicas. el melón estaba dulcísimo. el geólogo tenía barba y anteojos, como la imagen mental que uno tiene de un geólogo, y hablaba con total claridad y maestría. se iba en términos, por momentos, y repetía las respuestas con palabras más simples cuando mi cara expresaba incomprensión. parece que los volcanes son un síntoma. abajo, 100 km hacia el centro de la tierra, hay una piedra en estado sólido que, luego de un terremoto o algún otro movimiento de iniciación, tiende a salir al exterior, por la abertura montañosa. algunos estallan por la cima, pero no todos, explicó. muchos explotan de costado. esa es la verdadera enfermedad, la lava saliendo de su compresión sólida allá abajo de nosotros, la piedra pasado a estado líquido y candente. 
tengo sueño, leí menos, caminé muchísimo, no me gusta el jugo en polvo con gusto a chicle que nos dan. estoy entrando más esporádicamente a Facebook y a Twitter. me alegra volver a las redes sociales pasado un lapso bastante más largo de tiempo que el acostumbrado. pienso que habrá más cosas para ver, más "me gustas", más comentarios, más novedades, más fotos. esa es la causa de que me siente bien la espera. 
VZ es Valeria Zilberberg. no Vale Zape. lo supe hoy. mi sueño fue una pista. ya pronto, espero, contaré qué significa ese nombre, la historia asociada a ese sueño y otros que tuve en estos días.
yendo a la Cascada de Inacayal, esta mañana, pensaba, que subir es ir bajando mientras tanto, que un ascenso no es una línea recta.

/ subir es /
/ ir bajando /
/ mientras tanto /

19.1.13

#del papel a la piel

Malena me dice, mamá estás más negra que Octavio, y tiene razón. miro mi brazo y es de otra raza, miro a mis hijos y no puedo creer la diversidad de esas pieles, la carga genética que recibieron, la mezcla de caracteres y los gestos adquiridos. negociamos la compu por un paseo más tarde y así me hago de esta disputada Netbook, que ya entró en tiempo de descuento. Octavio se viene a sentar conmigo. estamos en el quincho comedor de Inacayal. trae dos taza, un vasito de vidrio, un saquito de té, y un frasco de azúcar comunitario. son las cinco y media de la tarde. para inglés viene retrasado, para argentino se equivocó de infusión. lo primero que hago, antes de empezar esta breve entrada, es leer unas recomendaciones de lecturas veraniegas que aparece hoy, en Infobae. a la mañana miré las tapas de los matutinos nacionales, y el diario on line de La Angostura. hay un sesenta por ciento más de turismo en la zona que en 2011. a mi derecha el té  ya está repartido entre las tazas, el vasito y la fórmica de la mesa. se parece a un lago que en lugar de arena tiene un importante fondo de azúcar. no digo nada, es un juego. sólo le pido que seque el té volcado con una servilleta de papel, por temor a que se moje la computadora. él me dice algo que no escucho y se va. antes seca el enchastre. al medio día almorzamos con Toti La Boglia y Hernán Lucas. hablamos del oficio de librero, de la venta de saldos, de los perfiles falsos de Facebook y de la presidenta de la Nación. obviamente planeamos un asado a la parrilla en unos días y una caminata que será mañana, al mirador de Belvedere y la cascada de Inacayal, unos kilómetros más allá del Río Correntoso. luego E se sumó a la conversación y el tono de la charla se puso más abstracto. Hernán citó a Piglia para hablar del corrimiento del cine a la esfera representacional y desembocamos en las series yankies con mega presupuestos holliwoodenses. iba a dormir la siesta, pero me abracé a Levrero una vez más, como tantas veces, después de almorzar, que me tiro en el pasto, o en la arena, o donde estemos, y me apoyo el libro sobre la cara, cierro los ojos, aspiro el olor de las páginas, e imagino que puedo recibir sus influencias, que me pasa por los poros, del papel a la piel. a la mañana, recuerdo ahora, hablamos de las influencias. dije algo así como, uno no elige sus influencias, uno lee los libros que le llegan, elige libros, sí, pero no la escritura que lo marcará o que despuntará sin aviso en su propia narrativa. E asintió, pareció sorprendida por mi pensamiento, entonces seguí, yo quisiera que mis influencias fuera Fogwill, Levrero, Lispector, pero tal vez mi escritura esté marcada desde antes por Márquez, Cortázar, Allende, esos que leí sin pensar, en la adolescencia y la primera juventud, esos que enfervorecieron mi perfil lector y ahora veo tan lejanos. hay una distancia difícil en la paz de estos días de privilegio, lectura, análisis y escritura. hay una distancia difícil, un dolor del que algún día, tal vez, pueda escribir. ahora dejo esta máquina a mis hijos, vuelvo a la lectura de La novela luminosa.




#sueños y tábanos

las arrugas de la cara. desde la nariz, hasta los bordes de la boca, encerrándola apenas, un poquito hacia abajo. me miro en una foto y las registro. son las arrugas de la risa. si fueran las únicas no me preocuparía. pero también tengo las arrugas de la seriedad, las del ceño fruncido de vieja chota. están firmes, rectas entre mis cejas, como postes anunciando lo peor. llevo días acá, sin enfrentarme al espejo. lo evito en todas sus formas, incluidos los reflejos de las ventanas, los lagos, y mi propia sombra. alguna vez supe ir mirándome en mi propia sombra, calculando las dimensiones de la cintura y la cadera. evito los espejos y un poco el alcohol. anteanoche tomé y terminé cantando a los gritos. arengando a unos niños percusionistas. al otro día todos me saludaron con la distancia necesaria. decía, me vi las arrugas en una foto. vi a mi madre en esas arrugas y las próximas que voy a tener. mi cara entera, y mi cuello arrugado. entré en una especie de malhumor momentáneo. entonces salí a caminar. éramos varios. por supuesto estaba E. mis conversaciones con E se parecen un poco a las de Leto y el Matemático. seguro Saer se está retorciendo en la tumba al leer estas líneas desde el espacio sin tiempo donde siguen existiendo los escritores que partieron. volviendo a E, decía, sus preguntas y los cruces con las mías resultan de una profundidad que me retornan a Buenos Aires. de ese modo no extraño a mi lugar y este viaje se vuelve parte de mi verdadero viaje, la escritura. el cuerpo cansado, luego de varios kilómetros, da lugar a los mejores momentos de nuestras conversaciones. E tiene un saber y una capacidad de transmisión que despiertan deseos de conocimiento. llevo dos libros descargados para seguirle el hilo en las caminatas. además E interpreta mis sueños. me cuenta el suyo a la mañana, cada día, mientras tomamos café, y después le cuento el mio. a medida que avanza la jornada, que nuestros fallidos dan espacio a nuestro inconsciente para que salga a mostrarse, construimos un relato. le cuento una parte de lo que leo, me cuenta una parte de lo que lee, nuestras charlas se referencian, después,  en citas del libro propio, o del libro de la otra. no sólo ese día, sino también los subsiguientes, todo este espacio de descanso en la montaña, es un gran relato, un googlear dudas cuando volvemos a casa, un interpretar los errores, los deja vu, los fallidos, las citas, los hechos significativos de estos días, desde el principio de este paréntesis. pienso en silencio a ratos. camino a la par, se nos sincroniza el paso, y cierro la boca, hablo conmigo. ¿quién es VZ si no fuera mi compañera de trabajo? ¿por qué aparece en ese sueño? ¿qué es el 3? ¿qué es el 5? ¿por qué tiré La novela luminosa al Nahuel Huapi? dos termos rotos en un mismo día. abstinencia de mate y de alcohol, algunos días, tábanos ensañados con el olor de una crema que me puse en la piel, tábanos zumbando fuerte en la cascada, girando alrededor de mi cabeza, con saña, molestándome hasta el borde de la locura. 






18.1.13

#soñar con escaleras

soñé con mi psicólogo. pero no era él, así como es, sino E. mi psicólogo con la cara de mi amiga. también estaba V.Z. una compañera de trabajo muy enorme, casi una amiga de la militancia laboral. mis únicas palabras en el sueño eran unas que alguna vez pronuncié en mi sesión de terapia. "yo podría enamorarme de cualquiera." estábamos en Almagro cuando las decía. luego comenzaba a subir la escalera de una casa antigua de un departamento por piso. era de esas escaleras angostas de escalones altos, difíciles de subir. concentrada en mirar el piso me pasaba del tercero, donde vivía, y llegaba hasta el quinto, último departamento del edificio. una señora me preguntaba: "a donde vas", y yo le decía "al piso 3". por detrás de ella, desde más arriba, unos escalones más allá del lugar donde me encontraba, otra mujer, más vieja y avinagrada, decía: "no puede ser, señorita, los nenes del tercero no tienen madre, viven solos, con una chica que los cuida". muda, yo, bajaba las escaleras. lo extraño es que no me dolían esas frases, y que me levanté a trabajar en vacaciones, de un humor increíble. 

17.1.13

#mi memoria

durante las caminatas anoto datos en el celular, les saco fotos a las flores, a los árboles, a las plantas. después vengo y googleo los nombres de todo. a veces, cuando me quedo sin batería, me hago una mnemotécnica. como esta tarde; "yo en silencio" le puse a la flor provincial de Neuquén. Mutisia se llama. Leticia calladita, en silencio. muttis por el foro. pienso que mi memoria y mi vista son las capacidades que primero voy a perder. cada año veo menos, de lejos y de cerca, y recuerdo menos datos. ayer le dije a E que tengo "memoria emocional", y es así, cada vez más. calculo que en algunos años sólo podré recordar aquello que ame. ayer y anteayer estuve con mi hermano Julián y su mujer. vinieron de Bariloche a La Angostura y se quedaron a dormir dos noches. un día caminamos de punta a punta la Península de Quetrihué, y al día siguiente nos bañamos en el Lago Espejo. de esos dos días y lugares no voy a olvidar detalle. lo sé. casi se me arranca algo cuando nos separamos y vi a mi hermano alejarse, desde el micro, cargando esa mochila inmensa sobre la espalda. ahora se huele una trucha, una, tal vez, de las que vi esta tarde en el criadero de la UBA. M nos contó muchas cosas, hizo un relato hermoso, con gracia y destreza de oradora nata. la gente llega de a poco al comedor comunitario, en breve van a sacarme de esta mesa, para poner platos y mantelitos individuales. voy a cenar trucha a la parrilla. tal vez nunca lo recuerde.

#abstinensia

llevo una semana sin mi equipo de mate. algunos tomo, igual, me convidan acá. pero estoy falta de mi termo, de mi matera, de mi antojo de darme mate a cualquier hora. también estoy lejos de mi Mac. la extraño. ahora mismo debo entregarle esta Netbook a mi hija, con las ganas que tengo de escribir.

#sobreabundancia de bellezas naturales

si dijera que escribí mentalmente el boceto de esta entrada no estaría mintiendo. sin embargo tal vez haya para esa acción una palabra más apropiada, o debiera haberla. imagibir, escrinar. se trata de diseñar mentalmente lo que se va a plasmar luego en la entrada del blog, en el word, en una libreta de notas o, a veces, incluso, en el mismísimo celular. la cosa es que esta tarde me asalté en medio de esa práctica. estoy en el colectivo verde precedido por un cartel de letras rojas al estilo infotrans que señala el destino: Lago espejo, y me sorprendo en la escritura mental. es algo que sucede más allá de mi propia voluntad. no dialogo conmigo misma, bah, sí lo hago, también, pero no me refiero a esas charlas ahora, sino al dictado de frases y posterior corrección mental del texto. miro a mi izquierda, por la ventanilla, el Lago Nahuel Huapi, por momentos escondido detrás de los pinos, repito frases parecidas a estas, no las mismas, pero repito frases con cierta métrica y cierta coherencia bastante similar. no es que piense un tema y sus detalles, por ejemplo, o una posible estructura narrativa. lo que hago es una versión del relato. voy narrando en el aire. escribo las frases, las limpio, las repito. no hablan de este paisaje infernal, tampoco. no se trata de un divague producto del tiempo vacacional. mis palabras hablan de esto que hago ahora, cuando escribo. cuento cómo voy a contar ahora -mientras tipeo en la compu- lo que estoy contando. E me dijo esta mañana, durante el desayuno "el inconsciente escribe su propia historia". voy a pensar un poco en esto, y también voy a dormir. puede ser que a la larga escriba algo más sobre este viaje del que no me salen, casi, descripciones. tal vez sea por la sobreabundancia de bellezas naturales.

15.1.13

#12km

caminé,caminé y caminé.

14.1.13

#desovar

no sé qué soñé. no recuerdo mis sueños. nunca. tampoco sabía la historia de las truchas. parece que desovan en el mismo lugar del lago donde nacieron y que mueren al hacerlo. cuando no esté desfalleciendo de sueño como ahora, volveré sobre esta imagen romántica de la maternidad que ofrecen las truchas y repiten los guías turísticos en el sur argentino. ahora sólo pienso en dormir. espero recordar mi sueño mañana.

13.1.13

#orden

ordeno el dormi de Villa La Angostura donde estamos parando. tengo cuatro cosas pero las ordeno. son lugares provisorios que les adjudico para encontrarlas fácilmente. me hace sentir poderosa el hecho de estar tomando algún tipo de decisión. esto se guarda en el cajón, esto queda colgado en la punta de la cama, esto va al picaporte de la ventana. vengo a escribir al dormi, pero pierdo el tiempo en dar lugares. hoy a la tarde leía tirada en una piedra. soy una señora, una madre, pero me tiro en una piedra a leer, cerca de los pibes del camping que toman cerveza y tocan la guitarra al borde del río. pispeo lo que hacen. pienso que los anteojos de sol disimulan la dirección de mi mirada. hay uno en cuero que tiene una espalda trabajada, me gusta. reprimo el impulso de seguir mirando. ahora en la soledad de las mochilas tiradas me acuerdo de la situación de esta tarde. estiro los toallones en el ventiluz del baño. en marzo voy a cumplir 38 años. ese dato no sé en qué cajón guardarlo. 

12.1.13

#demorar las cosas

saco una foto del atardecer en el lago. el sol se pone por detrás de la Isla Menendez. guardo la cámara, me pongo la remera sobre la maya y sacudo la arena que tengo entre los dedos. hago todo con La novela luminosa de ML debajo del brazo. finalmente doblo la lona donde estaba recostada, leyendo, y apoyo el libro en una roca grande. sin dar aviso el texto se resbala hacia atrás, frente a mis ojos, y termina en el agua, de espaldas a la isla. cae mientras se abre en la página que estaba leyendo hace diez minutos, la misma que acabo de señalar con un doblez en la punta, diciendo mucho por hoy, tengo que pensar. me estiro, despatarrándome, pero no llego ni lejos a atrapar el libro antes de que caiga. el párrafo recién leído, rodeado de las páginas que lo contienen, termina por hundirse en el agua helada del Nahuel Huapi. sin tardar lo saco angustiada, lo seco con mi toalla, digo un par de palabrotas al aire y trato de reírme de los comentarios de E, que intenta ponerle humor al momento. simulo una carcajada, escucho la anécdota que me cuenta mi amiga, la tarde de lluvia que se inundó el micro en que viajaba y le mojó completamente su hermosa edición del libro En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. nada me conforma. sin embargo fabrico con gestos prudentes una falsa exterioridad. soy una chica amable, pienso. siempre muestro una chica amable. me encierro en el dormi, enciendo el secador de pelo y muevo las hojas de un lado al otro. parecen cabellos, las hojas del libro, y de a poco se van secando. la página más arruinada, la más ajada  -ahora manchada de amarillo- resultó ser la que había leído con tanto cuidado. 

"En un ir y venir de reflexiones, me surgió de pronto la idea de que la intención del niño al tirar las llaves es dificultarse a sí mismo el retorno. Lo pienso en el sueño: ¨¿Cómo va a hacer para entrar más tarde?¨. Y ahora veo que las llaves son las claves, y al tirarlas, la intensión es ocultarlas -pero no mucho-. Más bien, demorar las cosas; esconderlas un poco para no perderlas. Esto significa que las claves de mis conductas indeseables, entre ellas la adicción a drogas como computadora y libros, están ahí, buscar en la arena, entre unas matas de pasto. En el sueño recupero las llaves, pero las examino como si no las reconociera del todo. Creo que los significados están bastante claritos. Ahora que me estoy planteando un ¨retorno¨ a mí mismo y a mi literatura, y retomar una novela dejada sin concluir hace más de quince años, el sueño me dice que no voy a poder lograrlo si las claves de mí mismo que yo mismo escondí; no las escondí mucho, no las hundí en el inconsciente  pero tengo que escarbar un rato en la arena subconsciente para que aparezcan y, cuando aparezcan, trabajar otro rato para desentrañarlas".

releo el párrafo signado por la desgracia. ¿quise ahogar a ML? ¿mi propio inconsciente quiere ahogar a LM? ¿quiso señalarse la idea para siempre, dejar al libro presetteado para abrirse en esa página? ¿cuál es el sentido sino el que guarda el mismo párrafo mojado, que aún puedo releer? la clave está en mí misma.

11.1.13

#destellos

acá las estrellas se ven
se recortan claramente sobre el cielo
negroazul, sin smog, sin edificios
sin el resplandor de las ciudades.

acá es duro mirar para arriba
el show del cielo es un descaro
te ablanda, te encandila, te despierta
y es de noche para estar tan perceptivo.

brillan como vidrios las estrellas
como los vidrios de los termos que rompimos
a la mañana y a la tarde, en la bahía
en el istmo espejado del gran lago.

10.1.13

#detrás del silencio

me siento y busco. no es un acto de exigencia, ni un forzamiento de la voluntad. buceo en mi psiquis reciente algún suceso que despunte, y espero. ya vendrá, digo, en silencio. no tiene que ser un hecho extraordinario, único, novedoso. pienso cómo tiene que ser un hecho para ser narrable. sé que está. eso lo sé. que me siento, espero un rato, cumplo los rituales, y por ahí, tapado un poco, atrás de la basura de otros hechos cotidianos, también triviales y sin estridencias, estará ése que voy a objetivar entre palabras. tímido, a veces, camuflado, aparecerá de entre el resto de sus pares como un rayito de luz. algo se me ocurre. a un hecho lo vuelve narrable su potencialidad. el ruido armonioso que pueda componer con las vibraciones de este momento en mi interior. el orden de los pensamientos previos, la consonancia del sentido que pueda despertar un, todavía velado, subtexto que lo secunda. tiro del hilo, voy probando. lo pongo en sintagma, lo comparo. esta tarde escuchamos el silencio. a la mañana la avenida, los motores, las bocinas. a la tarde el silencio del bosque profundo. un silencio denso de kilómetros y kilómetros separando a un sonido, del sonido siguiente. un silencio que revelaba el sobredimensionado volumen de nuestros diálogos. con el correr de la tarde comenzamos a escucharnos sin alzar la voz. por momentos nos hicimos señas para evitar pedirnos nada y así no interferir en el milagro supremo de que nada perturbe nuestros oídos. por la noche el silencio, el mismo de la tarde, reveló no ser tal cosa. debajo de su manto de ausencias había un universo interminable de pequeños micro sonidos en todas sus gamas y colores. imperceptibles movimientos de pasos sobre las piedras, roces de hojas de árboles entre sí, unas con otras revolcándose -a veces- en el piso, brisas, zumbidos de insectos, alertas de esporádicas aves de paso, trinos, croares, silbidos. todo un concierto y nosotros -digo yo- creyendo que estábamos inmersos en el silencio.

9.1.13

#tetas

espero sentada un rato largo. llega, me saluda con cierta distancia y me hace pasar. después se acomoda. yo me saco la ropa y me recuesto. un poco por pudor me dejo la bombacha. la luz es tenue. veo mi cuerpo casi todo desnudo, un poco blanco, por partes, y la pantalla flat en la pared. pongo mis dos manos detrás de la nuca y vuelvo a esperar. quiero estar tranquila pero se me nota la tensión. pienso en acomodarme de tal forma que no se me note. tarda en venir sobre mis tetas, lo hace al rato, sin sacar los ojos de encima de ellas. primero vierte un gel frío que me pone la piel de gallina y me para los pezones. yo muevo las piernas, encojo los dedos, y ella se calza los guantes de látex, toma el transductor y lo acerca a mi pecho. me amasa las tetas, una y otra vez, de arriba a abajo, pasando por el centro, que sabe que me duele. me charla. se hace la que está pegando etiquetas, o armando cajitas, o sacando las piezas falladas de una cinta transportadora. "esto es re común, re normal", parece decir su gesto. "tenés unas mamas glandulares", me tira por fin, "muy glandulares". y me seca el gel con una toalla de papel. "están bárbaras, mami".

8.1.13

#travestismo

primero fue una sombra oscura, algo inesperado en la mesa del bar. después una cucaracha, con nombre y apellido, ese bicho resistente que asociamos con la basura y las enfermedades. subestimé el hecho y seguí hablando con M.Z. antes miramos debajo de la mesa, por donde la tipa había desaparecido, y después seguimos conversando. un estado de intranquilidad acompañó los tres o cuatro minutos siguientes. M.Z. me contaba de la página de libros que administra, de las reseñas que escribió, de los géneros literarios que prefiere. en eso, así sin aviso, la tipa asoma nuevamente. sube por el hombro de él, como mirándome, y se mete por el cuello de su camisa. yo retengo el grito en la garganta, quiero obviar el hecho pero me nace una solidaridad inesperada con el género humano. me pongo de pie, me extiendo por encima de la mesa y le pego en el hombro a M.Z. le digo ahí la tenés, qué hija de puta, le digo, y él se sobresalta, se sacude también, no ve nada pero se sacude. volvemos a sentarnos mientras pienso que él debe pensar que yo estoy loca, asustada, que veo bichos de sólo el miedo que les tengo. trato de hilvanar otra vez la conversación. cuando se acerca la moza, nuevamente, detrás de M.Z resurge el insecto resistente. ahora está posado en el vidrio del bar de Corrientes y Gascón. alzo la voz y me dirijo a la camarera. le digo que es la tercera vez que una cucaracha anda en la mesa, molestando al periodista, lo señalo, y a mí, que es una vergüenza, que la comida está cerca, nuestras tazas. M.Z. gira hacia atrás y me baja el tono de voz con la mano. es una abeja, me dice. hay una abeja en el vidrio, moviendo las alitas.

7.1.13

#mujer

"estoy editando los cachos de mi vida", le digo a J. ahora que lo escribo caigo en la cuenta de que esa idea ya la usó Pedro Mairal en un cuento: El hipnotizador personal. igual yo estoy queriendo decir otra cosa. no pienso en editar mis partes atractivas. cuando hablo con J. estoy pensando en el "sentido". editar una historia personal donde quepan todas las imágenes que la componen, absurdas o bizarras  pero que sumen, todas ellas, a la narración de una historia clásica; con introducción, nudo y desenlace. al final de cuentas soy una típica mujer moderna.

5.1.13

#sentidos

miro esta entrada limpia, impoluta, brillando en la pantalla de mi computadora. escribo una línea, la borro, la reescribo. acomodo la tipografía. juego con el índice y el pulgar a traer y llevar la página. pienso en los sucesos del día: el encuentro con P, los libros que me regaló, la tapa marrón de tipografías naranjas de la revista Crisis que rescató para mí de un anticuario en San Telmo. 1974, dice. tengo una revista más vieja que yo, escrita en minúscula, toda, hasta en los inicios de los párrafos y los nombres propios. mi innovación diferencial tiene -como poco- más de 38 años. no quedan formas estéticas por explorar. todo es remake, falsa creación, pura reproducción. no hay grado cero de nada. menos que menos del lenguaje. ¿qué puedo agregar? o más bien ¿puedo agregar algo? El discurso vacío, de nuevo, reaparece con fuerza. Mario Levrero tratando de encontrarle sentido a los signos. el perro, la incitación de la perra en celo, la revista Crisis de 1974. vuelvo sobre el índice y sobre la tapa. seis pesos, dice. "Buenos Aires, enero de 1974". la única intervención femenina en el magazine es una entrevista a Alejandra Boero. "hay que arremangarse y hacer", se titula. entendido -pienso- me queda clarísimo. ahí a la vista está la huella, que termina de articular un sentido en mi cabeza. el signo del día se hace símbolo: mujer = arremangarse.

4.1.13

#diario

me copio de Mario Levrero. me copio porque sé que en el intento de copiar sólo puedo generar una cosa nueva. copio la forma. robo. más que robar me dejo ir en el impulso que me da la lectura de su obra. no me obligo a escribir. lo hago según me lo permite el trabajo. a ratos, sin las condiciones ideales, exprimiendo las ideas que resisten el paso de mi vida por el mundo laboral.

pienso en la obsesión intensa de ML por la necesidad de un tiempo sin interrupciones a la hora de escribir. de movida partimos de realidades diferentes. "nunca lo que hacemos podría parecerse". pensar eso me tranquiliza.

amo a un escritor muerto. nunca vi una foto suya pero leo su diario y siento que lo conozco en persona, que podría conversar con él, mil días seguidos, sin cansarme. cuando termine de escribir iré a buscar su cara a Google Images.

3.1.13

#pito

apenas comenzado, el año ya salpica estrés a diestra y siniestra. las órdenes tienen la durabilidad de un tuit. por momentos me encuentro bajando y subiendo la escalera en un mismo acto.

anoche soñé que tenía pito. no dejaba de ser mujer, pero tenía un pito relativamente grande.

2.1.13

#confusiones

llego a casa a las cinco de la mañana. una amiga vino a darle de comer a mi gato durante nuestra ausencia. lo primero que hago es abrir la puerta del patio. viene desesperado hacia mí. parece hambriento. yo le rasco la panza y lo beso. luego voy a cambiarle las piedritas. extrañamente están llenas de comida. mi amiga se equivocó de recipiente.

sobre la almohada de mi cama hay una bolsa de regalo. pienso que se la olvidó mi hermana y la cuelgo en el perchero del vestíbulo para dársela cuando venga. mis hijos me dicen: "es dos de enero, ma". recuerdo que hace trece años me estaba casando por iglesia.

por la tarde pienso en la posibilidad de darle un nombre real a cada cosa engrosando así el idioma, volviéndolo, de alguna manera, mío.

antes